jueves, 7 de junio de 2012

Ayer lloré mucho y ahora siento paz

Este periodo escolar ha sido de los más difíciles de toda mi vida y nada tiene que ver con escuela. El 24 de febrero a las seis de la mañana, después de dos semanas de lento desgaste murió mi papá en una sala de operaciones. Como último recurso para salvarlo planeaban quitarle todo el colon. Mi papá, hombre tan enigmático y de buen comer, después de dos años con una dieta rígida sin posibilidad de comer carne, ni sal ni un montón de cosas que le gustaban entró en esa sala y no salió. Yo creo que todos, él también sabíamos que ya no saldría. Carlos me dijo que le dijera todo, que no me quedara con palabras en la boca. En realidad no le hice mucho caso, ahí afuera de cuidados intensivos llenos de miedo y dolor nos despedimos _Nos vemos después papá, te quiero, te amo._ ¿Qué no le dije? No me atreví a decirle que no tuviera miedo, pasara lo que pasara enfrentara lo que viniera con valor porque no había nada que temer, porque somos como un suspiro divino, venimos y nos vamos. Somos mortales en el cuerpo pero según como hemos llevado nuestras vidas seremos inmortales en la memoria. Me hubiera gustado decirle todo esto, pero cómo profanar ese momento tan... REAL, con mis debrayes y teorías y pensamientos. No quise, todo lo que Denise tenía que decir me sonaba ridículo si pensaba en pronunciarlo. Entonces me limité a mirarlo como lo había estado viendo toda esa noche, mirar sus ojos llenos de miedo y resignación, mirar esos ojos de alguien que sabe que va a morir. Algo que no hice y hubiera deseado hacer era besarle los labios, besar sus labios de hombre que no volvería a ver vivo pero ¿qué extraño debe de ser que una hija piense en besar los labios de su padre? No lo creo, aquí no hay cabida a la perversión ni los malos sentimientos yo sé que podría haberlos por eso no lo besé pero me hubiera gustado hacerlo. Ahora que mi papá está muerto se han levantado en derredor esas barreras invisibles que existen entre los que estamos vivos. Así sucede por lo general, sólo podemos ser libres para con otra persona cuando esa persona no está. Ahora que mi papá está muerto pienso en todo aquello que no hice y que me hubiera gustado hacer, sin embargo sé que si él aún estuviera aquí y yo no supiera que va a morir seguiría sin hacer nada.
Nunca fui con él ver películas en La casa de la cultura, estoy segura que le hubiera gustado mucho. Ya nunca le dije que fuéramos al campo como cuando era niña para jugar  a cachar la pelota, nunca me atreví a abrazarlo, besarlo y decirle que lo amo con la efusividad que me hubiera gustado porque él no sabía cómo manejar mi sentimiento.

Él era una persona demasiado introvertida, yo soy demasiado extrovertida. Él guardaba la mesura, era organizado, pulcro, lógico; n alma apolinea (de las más humanas que he visto) que engendró un alma dionisiaca. Toda mi vida convivir con él fue muy difícil. Tanto que en realidad lo odié fervientemente mucho tiempo. Deseaba que muriera o que se fuera porque para mí el no era capaz de causar sino dolor. Toda una vida pensando eso de mi padre y después cuando enfermó y durante estos dos últimos años todos en mi familia pasamos por un proceso de comprensión, de aceptación. Pero no fue sólo él ni sólo yo, todos. Por lo general eso lleva consigo la enfermedad, al darnos cuenta de cuán frágiles somos, cedemos al impulso de imponernos sobre los demás. La enfermedad enseña a escuchar, entender, aceptar.

______

Supongo que me tendré que acostumbrar a esto de estar cortando entradas a la mitad. Lo lamento.



1 comentario: